Existe una palabra en alemán muy elocuente para explicar cómo me siento: “unterwegs”. Se refiere a cuando uno anda de viaje o camino a algún sitio. Es un “estar de viaje sin llegar aún”. Lo curioso es que se mantiene casi estático. Es un estar de viaje sin decir hacia dónde se va o desde dónde se viene Tan sólo basta un “ich bin unterwegs” (“estoy de camino”) para dar una idea completa.
Me recuerda a ese cuento de la carrera entre Aquiles y la tortuga, aquél en el que al animal se le dio una ventaja que el héroe nunca zanjará, paralizando así la carrera en el mismo correr. Creo que es un argumento de Zenón de Elea, para demostrar que todo movimiento es ilusorio… Pero no estoy seguro. La cuestión es que así me siento, sólo estoy unterwegs, sin siquiera salir de mi casa.
No es que me queje o sufra, diría más bien que me va... sin saber a dónde. Y eso, así como me puede desesperar, me muestra las múltiples vías que puedo seguir, aunque ninguna tenga preferencia a otra.
Un blog para encontrar y esperar.
miércoles, 17 de octubre de 2007
domingo, 9 de septiembre de 2007
"Me desordeno, amor, me desordeno"
Esto de pelear con la muerte, no cabe duda, es una labor de la que uno se olvida facilmente. Nadie podrá negar que la muerte es una incercia de no hacer nada, y quiá los mayores rebeldes son los fantasmes que se niegan a morir. Y puesto que el fantasma no puede presentarse en su cuerpo, sino que tiene que usar ese mundo al que ya no pertenece para manisfestarse, yo, que estoy en una lógica semejante, recurro a un poema ajeno. La poetiza es Carilda Oliver Labra, censurada en Cuba por sus versos eróticos. Actualmente es muy reconocida en la isla y queda como otro hito en la lucha contra cualquier discursos totalizador.
Me desordeno, amor, me desordeno
cuando voy en tu boca, demorada;
y casi sin por qué, casi por nada,
te toco con la punta de mi seno.
Te toco con la punta de mi seno
y con mi soledad desamparada;
y acaso sin estar enamorada
me desordeno, amor, me desordeno.
Y mi suerte de fruta respetada
arde en tu mano lúbrica y turbada
como una mala promesa de veneno;
y aunque quiero besarte arrodillada,
cuando voy en tu boca, demorada,
me desordeno amor, me desordeno.
-Carilda Oliver L. en Prometida al fuego
Me desordeno, amor, me desordeno
cuando voy en tu boca, demorada;
y casi sin por qué, casi por nada,
te toco con la punta de mi seno.
Te toco con la punta de mi seno
y con mi soledad desamparada;
y acaso sin estar enamorada
me desordeno, amor, me desordeno.
Y mi suerte de fruta respetada
arde en tu mano lúbrica y turbada
como una mala promesa de veneno;
y aunque quiero besarte arrodillada,
cuando voy en tu boca, demorada,
me desordeno amor, me desordeno.
-Carilda Oliver L. en Prometida al fuego
domingo, 19 de agosto de 2007
Resucitación (en fragmentos)
Después de la muerte de Bergman siguió la epidemia y en algún momento también se me murió el blog. Por lo menos entró en coma, y quizá haya sido diabético por la melosidad de mi melancolía. Regresando a eso de la muerte. Hablo de epidemia porque en silencio se me han ido muriendo muchas cosas. Resbalándose como agua, ni siquiera sé qué he perdido. Pero estoy seguro que algo está muerto, y que no fue un simple extravío. Algo me dice que ya no vuelve. Por lo menos sé que mis ganas de escribir se han puesto lívidas. Ojalá no me vengan con la sorpresa de que no quieren volver a levantarse.
Por si fuera poco, las coincidencias me han regalado un ramillete de muertes ajenas. Nunca he visto la muerte violenta, sólo aquella que se anuncia despacito. Sin embargo, estos cuentos, incluida en ellos una novela, lograron esbozar en mí la terrible pena de morir. Una niña de tres años aplastada en un accidente, una mujer que deja a su familia entera al morir de una enfermedad inexplicable, la disolución de una protesta tiros… Por todos lados escucho de muerte. Y casi como revancha, estas memorias negras se van llevando algo de mí a su tumba. Quizás esto es lo que se me ha estado muriendo. Si no, sólo espero que no me estén enterrando vivo y en partes.
Por si fuera poco, las coincidencias me han regalado un ramillete de muertes ajenas. Nunca he visto la muerte violenta, sólo aquella que se anuncia despacito. Sin embargo, estos cuentos, incluida en ellos una novela, lograron esbozar en mí la terrible pena de morir. Una niña de tres años aplastada en un accidente, una mujer que deja a su familia entera al morir de una enfermedad inexplicable, la disolución de una protesta tiros… Por todos lados escucho de muerte. Y casi como revancha, estas memorias negras se van llevando algo de mí a su tumba. Quizás esto es lo que se me ha estado muriendo. Si no, sólo espero que no me estén enterrando vivo y en partes.
lunes, 30 de julio de 2007
Adios a Bergman
domingo, 29 de julio de 2007
La máscara de la victima
Hace tiempo quería subir esta cita de Mishima del libro Caballos descobados. En lo personal me impactó como Isao (joven que pretende purificar a Japón) sólo es capaz de justificar el homicidio del burgués Kurahara, en tanto lo ve como una figura hueca, casi como una abstracción del mal. Y me interesó porque me hizo preguntarme si sólo es posible matar a alguien, cuando la victima es reducida a una imagen vaga del ser humano concreto que es realmente.
“Cuando Isao reflexionaba sobre el hecho de que no conocía bien a Kurahara, concluía que aquella circunstancia aumentaba la justicia de su actitud. La perversidad de Kurahara debía mantenerse tan distante y abstracta como fuese posible, ya que sólo cuando el asesino pude poner a un lado toda consideración sobre favores concedidos o enemistad personal, su acción puede proclamarse inspirada en la verdadera justicia. De modo que el distante convencimiento de Isao sobre las culpa de Kurahara bastaba ampliamente.”
[Yukio Mishima Caballos descobados, p. 223 (Ed. Caralt, 2004)]
“Cuando Isao reflexionaba sobre el hecho de que no conocía bien a Kurahara, concluía que aquella circunstancia aumentaba la justicia de su actitud. La perversidad de Kurahara debía mantenerse tan distante y abstracta como fuese posible, ya que sólo cuando el asesino pude poner a un lado toda consideración sobre favores concedidos o enemistad personal, su acción puede proclamarse inspirada en la verdadera justicia. De modo que el distante convencimiento de Isao sobre las culpa de Kurahara bastaba ampliamente.”
[Yukio Mishima Caballos descobados, p. 223 (Ed. Caralt, 2004)]
sábado, 21 de julio de 2007
La mascota
La tengo, en un apequeña caja de aluminio verde, desde hace dos días. Es también el número dos, la segunda. La primera se fue sin avisar, rápido y callada dejó de moverse y seguro de respirar. Pero la segunda siempre fue más ruidosa, por lo menos como ellas pueden ser ruidosas: con la presencia. Cada noche se asomaba desde no sé dónde, hasta posarse junto al librero. Un día ya no se volvió a esconder, y se quedó dormida a medio camino. Desde entonces la tengo en la cajita. Más frágil que nunca, sus seis patas restantes reposan desarticuladas y entrelazadas. Su cuerpo se aplasta y seca como una pasita que el tiempo callado se va chupando. Alguna vez tuvo sus ocho patas, alguna vez, pero tampoco sé cuando las dejó de tener. Tan sólo así llegó, franca y despacio, para ocupar el muro. Nunca la vi comer, nunca la vi saltar, sólo sabia que caminaba desde algún rincón a la pared.
Mientras te tendré en la caja. La cerraré de nuevo, y algún día, cuando casi no quede nada de ti, ni siquiera en mi memoria, te tirare despacito, como cuando caminabas, en una maceta o quizás a la jardinera.
Mientras te tendré en la caja. La cerraré de nuevo, y algún día, cuando casi no quede nada de ti, ni siquiera en mi memoria, te tirare despacito, como cuando caminabas, en una maceta o quizás a la jardinera.
viernes, 13 de julio de 2007
Las buenas palabras
Un comentario a “watch your language, mister!” de Vanto Y Vanchi en el blog A queer life:
El decir del eufemista siempre esconde un miedo a lo otro. El temor a la diferencia se disfraza de respeto, y, tras una palabra más asimilable, se acepta el trato y cercanía con esas personas que en principio tienen algo de “desagradable”. Así, un ejército de términos sosos y domingueros se apodera de los noticieros y las conversaciones de buen gusto. Por suerte, es una actitud tan artificial que no ha logrado expandirse por ningún círculo real.
Lo interesante, en cambio, es la actitud que va a contra pelo de los eufemismos. Usar las palabras creadas con el fin de insultar a las minorías para llamarse así mismo, siempre causa violencia en esas buenas conciencias tolerantes. Incluso la violencia se dirige al hablante, pues no está libre de ser él mismo una de esas personas “políticamente correctas”. Y sin embargo, no veo cómo podría el uso de toda la mierda del lenguaje terminar con esa falsa aceptación o con la franca discriminación. Al final, creo que esas palabras sólo hacen ruido; nacieron de la segregación y no veo como puedan abandonar su origen. Hace falta algo más que la postura retadora, algo más que la inversión de los términos, hace falta encontrar otros valores y no simplemente poner de cabeza los que ahora tienen vigencia.
El decir del eufemista siempre esconde un miedo a lo otro. El temor a la diferencia se disfraza de respeto, y, tras una palabra más asimilable, se acepta el trato y cercanía con esas personas que en principio tienen algo de “desagradable”. Así, un ejército de términos sosos y domingueros se apodera de los noticieros y las conversaciones de buen gusto. Por suerte, es una actitud tan artificial que no ha logrado expandirse por ningún círculo real.
Lo interesante, en cambio, es la actitud que va a contra pelo de los eufemismos. Usar las palabras creadas con el fin de insultar a las minorías para llamarse así mismo, siempre causa violencia en esas buenas conciencias tolerantes. Incluso la violencia se dirige al hablante, pues no está libre de ser él mismo una de esas personas “políticamente correctas”. Y sin embargo, no veo cómo podría el uso de toda la mierda del lenguaje terminar con esa falsa aceptación o con la franca discriminación. Al final, creo que esas palabras sólo hacen ruido; nacieron de la segregación y no veo como puedan abandonar su origen. Hace falta algo más que la postura retadora, algo más que la inversión de los términos, hace falta encontrar otros valores y no simplemente poner de cabeza los que ahora tienen vigencia.
lunes, 2 de julio de 2007
Sólo estamos ahí, en el silencio
Las palabras por fin dicen algo cuando se ven ridículas. Es apenas expresable lo que uno descubre cuando esas voces usadas acostumbradamente, pierden su fuerza enmascaradora. Vemos, de algún modo, que no somos la historia que contamos a diario, sino la historia que nunca hemos narrado. No es aquella que uno esconde, sino la que no se sabe. Sin embargo, quizá sólo lleguemos a ella tras haber hablado día y noche de uno mismo… Entonces llega el momento ciego, el quiebre de la trama, y nuestra verdad. Ahí la narración no puede continuar. Las palabras habían estado cortadas y adecuadas para llenar un espacio que ahora no les queda. Ahí estamos, tristes, queriendo explicarnos. Y de repente advertimos que no hay nombre para lo que sentimos, no hay culpa ni pecado, no hay mancha que esconder o señalar. Ahí estamos nosotros; único cada quién y sin nombre. Nuestra verdad resulta ser silencio.
El sonido de los dedos en la piel dice más que las explicaciones; el suave toque siempre será más claro que el diálogo. El ruido del “no” no viene de la palabra. La muerte, el alejarse, en fin, el “no” del cuerpo seguirá siendo el más vivo. Nuestra verdad es equívoca, tan equivoca como una caricia, como un apretón. Frente a esa significación silente, las palabras pierden fuerza todo el tiempo, se secan. Al contrario, la ambigüedad del presente corporal se mantiene en constante elocuencia.
El sonido de los dedos en la piel dice más que las explicaciones; el suave toque siempre será más claro que el diálogo. El ruido del “no” no viene de la palabra. La muerte, el alejarse, en fin, el “no” del cuerpo seguirá siendo el más vivo. Nuestra verdad es equívoca, tan equivoca como una caricia, como un apretón. Frente a esa significación silente, las palabras pierden fuerza todo el tiempo, se secan. Al contrario, la ambigüedad del presente corporal se mantiene en constante elocuencia.
martes, 26 de junio de 2007
¿Quién dice que no hay belleza en las calles?
lunes, 25 de junio de 2007
“¿Qué es la filosofía?” por Gilles Deleuze

"Cuando alguien pregunta para qué sirve la filosofía, la respuesta debe ser agresiva ya que la pregunta se tiene por irónica y mordaz. La filosofía no sirve al Estado, ni a la Iglesia, que tienen otras preocupaciones. No sirve a ningún poder establecido. La filosofía sirve para entristecer. Una filosofía que no entristece o no contraría a nadie no es una filosofía. Sirve para detestar la estupidez, hace de la estupidez una cosa vergonzosa. Sólo tiene un uso: denunciar la bajeza en todas sus formas. ¿Existe alguna disciplina, fuera de la de filosofía, que se proponga la crítica de todas las mixtificaciones, sea cual sea su origen y su fin?. Denunciar todas las ficciones sin las que las fuerzas reactivas no podrían prevalecer. Denunciar en la mixtificación esta mezcla de bajeza y estupidez que forma también la asombrosa complicidad de las victimas y de los autores. En fin, hacer del pensamiento algo agresivo, activo, afirmativo. Hacer hombres libres, es decir, hombres que no confunden los fines de la cultura con el provecho del Estado, la moral, y la religión. Combatir el resentimiento, la mala conciencia, que ocupan el lugar del pensamiento. Vencer lo negativo y sus falsos prestigios.¿quien, a excepción de la filosofía, se interesa por todo esto?. La filosofía como crítica nos dice lo más positivo de sí misma: empresa de desmitificación. Y, a este respecto, que nadie se atreva a proclamar el fracaso de la filosofía. Por muy grandes que sean la estupidez y la bajeza serían aún mayores si no subsistiera un poco de filosofía que, en cada época, les impide ir todo lo lejos que quisieran...pero ¿quién a excepción de la filosofía se lo prohíbe?"
Nota: Esto no significa que no haya filósofos estúpidos. Por cierto, si alguien conoce la fuente exacta ¿me le podría pasar?
viernes, 22 de junio de 2007
El juego
Entre las personas existen muchos juegos cuya naturaleza es fingir que esconden sus reglas. A estos pertenecen esas prácticas de consolarse mutuamente sin confesar la pena. Un beso y una tierna caricia se regalan sin intención aparente. Cada quien juega a ser un puerto donde el otro puede detenerse, y a su vez uno se detiene en ese otro que se acercó. A fin de cuentas todos somos botes que intentan ocultar que han llegado de lejos, poniendo cara de ser lugareños. Callamos en estos juegos el camino que nos arrojó ahí, pero tampoco preguntamos cómo es que el otro arribó al mismo lugar. Y sin embargo ambos saben que se oculta algo, que tras esa dulzona mentira se agacha para no ser vista la brújula del viaje, aquella que anuncia que sólo se está de paso. ¿Y si se prolonga la estancia? Más vale que los viajeros confiesen sus mentiras, aunque eso los haga soltar de nuevo las amarras. ¿Pero por qué si sabíamos que mentíamos no soportamos escuchar la verdad? Quizá sea también parte del juego.
viernes, 15 de junio de 2007
Símbolo
Los símbolos son un translúcido pudor: Vejarlos resulta siempre vergonzoso e incluso pecaminoso. No obstante, fracturarlos trae a su vez algo de sagrado completamente irrenunciable. ¿Acaso la profanación no es una resucitación de lo divino mediante la ira?
Esperando
Recién leí que no había persona más solitaria que la que espera; que quien está esperando ha de guardarse lo que quiere decir, y que se ve condenada a la “frustración de sus expectativas”. Claro, creo yo, esto se aplica al aburrido que se sienta en un café o restaurante, y que sólo está ahí para encontrarse con alguien. La espera es algo aledaño, e incluso producto de un error. Basta un poco de puntualidad y problema resuelto.
¿Y quien espera, simplemente espera? De noche y de día la espera puede volverse aburrimiento, una distensión absurda del tiempo. En especial quien lo hace sin saber qué espera corre el “terrible” peligro de aburrirse. Tal vez porque todo tedio proviene de haber olvidado que se esperaba algo.
¿Y si la esperanza no se olvida? Es poco probable que… Casi seguro que no se aburriría. Aunque me temo que la esperanza –fantasía alimentada del futuro– es de tan endeble materia, que los golpes del presente la disuelven como si fuesen un reventar de olas sobre un pequeño terrón de azúcar.
¿Y si aparecieras por la entrada? Tal vez entonces me sentiría solo. Tendría que guardar la libreta, esconder un rato mis ideas, y recordaría que espero algo que ya no sé qué era.
¿Y quien espera, simplemente espera? De noche y de día la espera puede volverse aburrimiento, una distensión absurda del tiempo. En especial quien lo hace sin saber qué espera corre el “terrible” peligro de aburrirse. Tal vez porque todo tedio proviene de haber olvidado que se esperaba algo.
¿Y si la esperanza no se olvida? Es poco probable que… Casi seguro que no se aburriría. Aunque me temo que la esperanza –fantasía alimentada del futuro– es de tan endeble materia, que los golpes del presente la disuelven como si fuesen un reventar de olas sobre un pequeño terrón de azúcar.
¿Y si aparecieras por la entrada? Tal vez entonces me sentiría solo. Tendría que guardar la libreta, esconder un rato mis ideas, y recordaría que espero algo que ya no sé qué era.
miércoles, 13 de junio de 2007
El Saturno de Goya

viernes, 8 de junio de 2007
La flor más bella de la maquila

Transcripción del cartel:
... Por medio de la presente, se les comunica que hoy Sábado 17 de abril, como máximo las guardias serán de 20 personas. En el entendido de que las mujeres que se queden, serán las encargadas de hacer la comida de los camaradas
tambien se les notifica que el encargado de las guardias, es el compañero Andres Encinas, es el único facultado de organizar las guardias y las horas de la comida
ATTE: Comite de Huelga
¿A poco esta foto no vale oro?
(La foto pertenece a: Iglesias, N. (1985) "La flor más bella de la maquiladora", México: SEP-Cultura, 137)
jueves, 7 de junio de 2007
¿Se piensa por amor?
Se piensa por amor al pensamiento mismo, pero seguro ése no es el origen del pensar. Creo que se piensa originalmente –como en las cartas de Séneca– por amor a alguien y, en algunos casos, a algo. El amante, entonces, siente una responsabilidad de hacer algo por aquél que le parece necesita su ayuda. Tal vez por eso se ha dicho también que se piensa por soberbia; por suponer de principio que en uno se encuentra la clave de la salvación del otro. Y qué mejor modo de entrar a la realidad del otro que mediante el pensamiento. Es el medio más sutil con que contamos los seres humanos. El pensamiento es un sinuoso vapor que nos damos a inhalar mutuamente para seducir a los demás, y hacerlos aceptar nuestra realidad y nuestra verdad. Esta cercanía del pensamiento con la dominación y con el afán de controlar las turbulencias de la alteridad hace de él una de las armas más peligrosas y multifacéticas.
Por eso no puedo dejar de sentir un cierto asco al escribir estas palabras, porque temo que tras ellas se esconda el deseo de adormecerte y hacerte volver a la transparente tranquilidad. Así que desconfía de mis palabras y desconfía de mí.
lunes, 4 de junio de 2007
Verde te muerde el mar
Verde te muerde el mar.
Pasea en el mareo de las olas de tu sueño
que naufraga cada noche en el verde del Verde
de tu manzana, de la carne de tu piel.
Es deseo de rasgar entre nosotros el espacio,
despacio, despacio, que estallan tus olas
en las puntas rojas tímidas de mis manos.
Aletean mis dedos, mis manos,
golpecitos al aire por tu piel lejana,
hasta que aterrizan ambos uno en uno,
las dos en ti, en tu espalda: en tu verde piel.
Pero despacio, despacio, que tu boca se tuerza,
quebrándose poquito a poquito a sonrisa.
Que ellos me miren fijos brillantes,
bebiendo mis colores, esperando mi olor.
Que no se cierren, que miren,
capa a capa se abran en mi, así yo en ti.
Para que veas como el mar en gotas de rocío,
por mi pecho, por mis ojos, te muerden y quieren.
No acabo, si ellos giran, con el peso que derrumbas
en mi centro, que ignoras y no miras.
Más grande carga la falta que la muerte,
si no la muerte misma que tras tu descuido corre.
Veme antes que muera,
riega, antes de secarme, con tu sonrisa:
dame las chispas inocentes que colorean
los bordes ansiosos de la espuma que arrastra
cada listón de agua que en mi mar te espera.
Naufrago en mí por ti en tu sueño, en tu verde sueño,
de la dulce vida que me mata por no ser mía.
Pero espero despacio, despacio, que este fin yo prefiero.
¿Por qué empezar?
¿Por qué empezar un blog, y comenzar a confesarme en público? Seguro lo hago porque él hizo uno. No cabe duda que sigo siendo un reactivo y reaccionario; un simple deudor que pelea su felicidad en los terrenos ajenos. Pero mientras aprendo a vivir una vida que no sea un efecto de lo que los demás hacen con las suyas, hablaré y escribiré... ¡Eso es! Mejor escribo porque la vergüenza ha hecho de la comunicación un terreno escurridizo y falso. En el mecánico “estoy bien” y “ayer fui al cine” –que se parece tanto a un veloz copy-paste del diccionario de las conversaciones– las palabras esconden su deseo y su sexo. Poco a poco los diálogos se nos cansan, y el silencio parece lo más cercano al ideal de la apasionada comunicación.
Aunque no sé mucho de ideales, pues tiendo a creer que soy de esas personas mediocres faltas de convicciones, supongo –y toda suposición es cobardía a comprobar algo– que en el laberíntico ir y venir de los párrafos puedo hallar una chispita de verdad; de una verdad mía que, como hilo de Ariadna, me guíe a través de los muros anchos y extensos creados por las relaciones humanas.
Y sin embargo no me siento perdido. La peor condena que puede caer sobre una persona es ser lo suficientemente ciega para no ver que su existencia es una mentira más o menos respetable. Les puedo decir que ya hice ese obligado viaje a los “ínferos del alma” en el que todas las cosas “aparecen con un rostro invertido”, y ahora... ¿y ahora qué? Todo parece haber regresado a la natural confianza de los días aburridos. De algún modo debo agradecer que él me haya regalado un nuevo boleto para regresar a la incertidumbre. Así que bienvenido al mal viaje de una persona que no encuentra un signo apropiado para nombrarse... Por favor no saquen las manos y aseguren sus pertenencias.
Aunque no sé mucho de ideales, pues tiendo a creer que soy de esas personas mediocres faltas de convicciones, supongo –y toda suposición es cobardía a comprobar algo– que en el laberíntico ir y venir de los párrafos puedo hallar una chispita de verdad; de una verdad mía que, como hilo de Ariadna, me guíe a través de los muros anchos y extensos creados por las relaciones humanas.
Y sin embargo no me siento perdido. La peor condena que puede caer sobre una persona es ser lo suficientemente ciega para no ver que su existencia es una mentira más o menos respetable. Les puedo decir que ya hice ese obligado viaje a los “ínferos del alma” en el que todas las cosas “aparecen con un rostro invertido”, y ahora... ¿y ahora qué? Todo parece haber regresado a la natural confianza de los días aburridos. De algún modo debo agradecer que él me haya regalado un nuevo boleto para regresar a la incertidumbre. Así que bienvenido al mal viaje de una persona que no encuentra un signo apropiado para nombrarse... Por favor no saquen las manos y aseguren sus pertenencias.
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Yves Klein

Para quienes han usado el "Moment mal!"