Un blog para encontrar y esperar.

lunes, 30 de julio de 2007

Adios a Bergman


En vida diste lo que tu muerte no podrá quitar. Descansa en paz Ingmar Bergman. (30 de julio del 2007)

domingo, 29 de julio de 2007

La máscara de la victima

Hace tiempo quería subir esta cita de Mishima del libro Caballos descobados. En lo personal me impactó como Isao (joven que pretende purificar a Japón) sólo es capaz de justificar el homicidio del burgués Kurahara, en tanto lo ve como una figura hueca, casi como una abstracción del mal. Y me interesó porque me hizo preguntarme si sólo es posible matar a alguien, cuando la victima es reducida a una imagen vaga del ser humano concreto que es realmente.

“Cuando Isao reflexionaba sobre el hecho de que no conocía bien a Kurahara, concluía que aquella circunstancia aumentaba la justicia de su actitud. La perversidad de Kurahara debía mantenerse tan distante y abstracta como fuese posible, ya que sólo cuando el asesino pude poner a un lado toda consideración sobre favores concedidos o enemistad personal, su acción puede proclamarse inspirada en la verdadera justicia. De modo que el distante convencimiento de Isao sobre las culpa de Kurahara bastaba ampliamente.”

[Yukio Mishima Caballos descobados, p. 223 (Ed. Caralt, 2004)]

sábado, 21 de julio de 2007

La mascota

La tengo, en un apequeña caja de aluminio verde, desde hace dos días. Es también el número dos, la segunda. La primera se fue sin avisar, rápido y callada dejó de moverse y seguro de respirar. Pero la segunda siempre fue más ruidosa, por lo menos como ellas pueden ser ruidosas: con la presencia. Cada noche se asomaba desde no sé dónde, hasta posarse junto al librero. Un día ya no se volvió a esconder, y se quedó dormida a medio camino. Desde entonces la tengo en la cajita. Más frágil que nunca, sus seis patas restantes reposan desarticuladas y entrelazadas. Su cuerpo se aplasta y seca como una pasita que el tiempo callado se va chupando. Alguna vez tuvo sus ocho patas, alguna vez, pero tampoco sé cuando las dejó de tener. Tan sólo así llegó, franca y despacio, para ocupar el muro. Nunca la vi comer, nunca la vi saltar, sólo sabia que caminaba desde algún rincón a la pared.
Mientras te tendré en la caja. La cerraré de nuevo, y algún día, cuando casi no quede nada de ti, ni siquiera en mi memoria, te tirare despacito, como cuando caminabas, en una maceta o quizás a la jardinera.

viernes, 13 de julio de 2007

Las buenas palabras

Un comentario a “watch your language, mister!” de Vanto Y Vanchi en el blog A queer life:

El decir del eufemista siempre esconde un miedo a lo otro. El temor a la diferencia se disfraza de respeto, y, tras una palabra más asimilable, se acepta el trato y cercanía con esas personas que en principio tienen algo de “desagradable”. Así, un ejército de términos sosos y domingueros se apodera de los noticieros y las conversaciones de buen gusto. Por suerte, es una actitud tan artificial que no ha logrado expandirse por ningún círculo real.
Lo interesante, en cambio, es la actitud que va a contra pelo de los eufemismos. Usar las palabras creadas con el fin de insultar a las minorías para llamarse así mismo, siempre causa violencia en esas buenas conciencias tolerantes. Incluso la violencia se dirige al hablante, pues no está libre de ser él mismo una de esas personas “políticamente correctas”. Y sin embargo, no veo cómo podría el uso de toda la mierda del lenguaje terminar con esa falsa aceptación o con la franca discriminación. Al final, creo que esas palabras sólo hacen ruido; nacieron de la segregación y no veo como puedan abandonar su origen. Hace falta algo más que la postura retadora, algo más que la inversión de los términos, hace falta encontrar otros valores y no simplemente poner de cabeza los que ahora tienen vigencia.

lunes, 2 de julio de 2007

Sólo estamos ahí, en el silencio

Las palabras por fin dicen algo cuando se ven ridículas. Es apenas expresable lo que uno descubre cuando esas voces usadas acostumbradamente, pierden su fuerza enmascaradora. Vemos, de algún modo, que no somos la historia que contamos a diario, sino la historia que nunca hemos narrado. No es aquella que uno esconde, sino la que no se sabe. Sin embargo, quizá sólo lleguemos a ella tras haber hablado día y noche de uno mismo… Entonces llega el momento ciego, el quiebre de la trama, y nuestra verdad. Ahí la narración no puede continuar. Las palabras habían estado cortadas y adecuadas para llenar un espacio que ahora no les queda. Ahí estamos, tristes, queriendo explicarnos. Y de repente advertimos que no hay nombre para lo que sentimos, no hay culpa ni pecado, no hay mancha que esconder o señalar. Ahí estamos nosotros; único cada quién y sin nombre. Nuestra verdad resulta ser silencio.
El sonido de los dedos en la piel dice más que las explicaciones; el suave toque siempre será más claro que el diálogo. El ruido del “no” no viene de la palabra. La muerte, el alejarse, en fin, el “no” del cuerpo seguirá siendo el más vivo. Nuestra verdad es equívoca, tan equivoca como una caricia, como un apretón. Frente a esa significación silente, las palabras pierden fuerza todo el tiempo, se secan. Al contrario, la ambigüedad del presente corporal se mantiene en constante elocuencia.

Yves Klein

Yves Klein
Para quienes han usado el "Moment mal!"