La tengo, en un apequeña caja de aluminio verde, desde hace dos días. Es también el número dos, la segunda. La primera se fue sin avisar, rápido y callada dejó de moverse y seguro de respirar. Pero la segunda siempre fue más ruidosa, por lo menos como ellas pueden ser ruidosas: con la presencia. Cada noche se asomaba desde no sé dónde, hasta posarse junto al librero. Un día ya no se volvió a esconder, y se quedó dormida a medio camino. Desde entonces la tengo en la cajita. Más frágil que nunca, sus seis patas restantes reposan desarticuladas y entrelazadas. Su cuerpo se aplasta y seca como una pasita que el tiempo callado se va chupando. Alguna vez tuvo sus ocho patas, alguna vez, pero tampoco sé cuando las dejó de tener. Tan sólo así llegó, franca y despacio, para ocupar el muro. Nunca la vi comer, nunca la vi saltar, sólo sabia que caminaba desde algún rincón a la pared.
Mientras te tendré en la caja. La cerraré de nuevo, y algún día, cuando casi no quede nada de ti, ni siquiera en mi memoria, te tirare despacito, como cuando caminabas, en una maceta o quizás a la jardinera.
Mientras te tendré en la caja. La cerraré de nuevo, y algún día, cuando casi no quede nada de ti, ni siquiera en mi memoria, te tirare despacito, como cuando caminabas, en una maceta o quizás a la jardinera.
5 comentarios:
¡Jesús! Una araña manca, qué siniestro. Hasta se me encuera el chino.
jaja, Me gustó la descripción de tu mascota, en verdad. Pero ya sabes, odio las arañas y sin patitas, ay nooo, qué miedo jajaja. Qué se muera de nuevo!
JAJAJA....me encantó lo que dijo Guillermo....ya contesté tus preguntas!!
Abrazos!
pues yo no supe si era o no araña... pero me gustó la manera en que lo describiste...
saludos desde acá...
Ese último párrafo es revelador: tienes vocación de sepulturero... jejeje.
Saludos.
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